No, gracias. No quiero unos zapatitos de cristal ni un bonito vestido rosa, ni siquiera la tiara de brillantes que tanto tiene que hacer que te duela la cabeza. Repito: no gracias. Quiero unos taconazos, una minifalda, una camiseta de esas que me gustan tanto y que tanto les gustan a ellos. Algo de maquillaje para tapar las ojeras de no haber dormido y toda clase de utensilios para hacerme virguerías en el pelo, aunque poco vayan a durar.
Porque yo no quiero ir al baile, ni pasear a la luz de la luna. Yo quiero irme de bares o a la discoteca, beberme unas cuantas copas y perder la poca vergüenza que dicen que me queda, bailar como posesa entre mis amigas y algún que otro amigo antiguo, ¡o nuevo! ¡Nunca se sabe! Fumar cigarros, algún que otro porro si tengo la suerte de pillar, y reírme. Reírme de mí, del resto y de todo el mundo.
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Quiero que me mires y que te mire, pero no que suenen pajaritos ni que las nubes se abran dejando paso al sol. Quiero que me tantees, te preguntes si tengo novio y en caso afirmativo, si estoy dispuesta a olvidarlo por una noche. No quiero que te arrodilles ni digas que encontraste en mí el amor de tu vida. En realidad, lo que quiero es que te acerques chulo, o despistado, me pidas fuego o hagas el gilipoyas para romper el hielo. Me cuentes cuatro cosas de tu vida y me hagas reír, porque me encanta reír. Que no pienses que caeré a la primera de cambio, porque como tú hay otros veinte mil y mi noche todavía no ha acabado. Quiero que hagas como que me escuchas durante unos minutos, para que libere todas mis tensiones y frustraciones de la semana, y después me cuentes cosas de ti, yo también haré como si realmente me interesara.
No quiero que a las doce me acompañes a casa, como mucho que me invites a una copa. Aunque harías mejor saltándote esa parte y pasando al contacto, porque dudo mucho que aguantes lo que yo bebo como yo lo bebo. Juega a la ruleta rusa susurrándome por fin lo que quieres al oído, yo me reiré. Pero no te confundas fíjate bien, porque si me aparto habrás perdido tu apuesta, pero echa los restos si te contesto dejándote en blanco.
Juguemos. Te toca y después, me toca. Tú eres realmente bueno, pero yo no soy peor y no voy a ponértelo fácil. Porque de nada servirá que me regales una rosa ni me beses la mano. Eso déjalo para tu amor, que yo dejaré mis te quieros para el mío. Así que juega a doble o nada y acércate sigiloso, que casi no te vea llegar (siempre te veré, pero no heriré tu orgullo masculino tranquilo). Rózame con tus labios haz que te desee como se que tú me deseas desde que me aparté el pelo y te hice esa caída de ojitos. Y por fin, bésame. Pero bésame fuerte, con deseo. Ni con delicadeza ni romanticismos, eso déjalo para tu enamorada. Porque yo hoy no quiero amor, yo quiero diversión y aventura. Yo seré antes campanilla que Wendy. Y terminemos cuando estemos exhaustos, después de la sesión privada. Volvamos al mundo. Corre, que a ti tú amor te espera, yo también corro, el amor de mi vida me llama. Bien, mirémonos por última vez y sonriámonos. Tú eres mi amigo, yo soy tu amiga, y aunque el mundo lo dude, para ti y para mí todo sigue perfecto, porque ni tú buscas una princesa ni yo estoy dispuesta a serla. Y ni yo busco un príncipe y ni tu quieres serlo. Por eso, entre tu y yo, esto siempre funciona.
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