Soul of music.


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astrid.rhys.jones@hotmail.com

lunes, 31 de octubre de 2011

Curado el cuerpo ahora se enferma el alma.

La monótona melodía de una canción cualquiera. Me tranquiliza mientras sostengo el café en mis manos. Hoy es un día extraño, especial quizás. Ni siquiera me he molestado en vestirme correctamente, un pantalón corto de pijama, y por no buscar un sujetador, una camiseta corta de licra con otra de algodón encima. Me siento a gusto, además hay mucho por lo que sonreír hoy.

Son las nueve de la mañana. Me he despertado sola, sin ningún horrible sonido de despertador. Delirante. Me encanta, es la prueba inequívoca de que estoy mucho mejor, casi curada. Eso y la canción, la de la monótona melodía. Porque soy una mentirosa y no es cualquiera. Es LA canción. La que llevo escuchando desde ayer, quizás por autocompadecerme como hace aquí todo hijo de vecino -solo que yo no era así. 

¿Qué ha pasado para llegar a esto? Ni idea. Solo sé que hace un día precioso fuera, y todos mis pensamientos debieran estar ahí. ¡Pero no lo están! Shit. Hace falta caer para llegar a donde se quiere, así que me lo tomaré así. Aunque hoy poco me consuela, al fin  y al cabo voy a pasar el día sola -porque tú quieres-.

Un compañero me había invitado a una fiesta de Halloween esta noche, no sé si iré. Si eso o preferiré regodearme de modo patético en mi soledad y blah blah blah. Debiera mostrar algo más de amor propio, ¿dónde está la mujer de sonrisa grande y caminar seguro? Se perdió y nos ha dejado a una niña de sustituta. Esperemos que no dure mucho la baja. Porque el catarro es malo, pero el alma enferma peor. 


domingo, 30 de octubre de 2011

Y todo se reduce a eso.

La noche de ayer fue algo más que extraña. Como todavía arrastraba el catarro de la pasada semana -con faringitis y cosas varias incluidas según la doctora- me vestí a capas, tipo Shrek y decidí salir con todos a celebrar el cumple de Saray con los chicos.

Karl, David, Aitor, Enzo, Jon... incluso luego vino Bucay -pero se fue pronto que se va de puente hoy con la novia- y nos encontramos con Jake. Plagada de altibajos, comencé la noche entre pastillas  -sigo mala- y cervezas.

Aitor preguntaba que me pasaba, que estaba silenciosa. No, silenciosa no, solo pensando. Karl también se quejó de mi falta de atención, que no era tal, pero bueno. La noche avanzaba, oír a Aitor, Karl y Jake improvisar es un gusto aunque acabé molesta con Aitor por un comentario sobre mi ex. Me río con David mientras vamos a orinar, es tan puro...

Aitor acaba por marcharse, como ya hizo Bucay, y nuestro grupo va disminuyendo. De ahí hacia la plaza, litros y litros de cerveza por medio. La verdad es que David hizo de repartidor de una manera asombrosa de buena. Karl y Enzo optan por irse, nosotros acabamos a la puerta de un garito.

El tiempo pasa, fluye, todo va bien, hay alcohol y tabaco. Entramos, pero está petado, consigo una cerveza y es lo único que hago, seguir bebiendo. Al final David, Saray y Jon se piran... nos quedamos Jake y yo, solos sin saber muy bien por qué. Yo me entretengo hablando con unos chavales que me pretenden narcotraficante valenciana, divertido, hablamos reímos. Y cuando me empiezan a agobiar simplemente menciono a mi "esposo", no sé cómo pero cuela y me dejan en paz. Jake por su parte habla con una chica. Pero nos acaban desalojando, y echamos a andar.

Un bocadillo y una estatua. Él con el primero y yo con la segunda, nos basta para maravillarnos a estas horas de la mañana. Empieza a hacer frío y seguimos andando, yo me dejo guiar al fin y al cabo no sé dónde estamos, así además de hablar me da tiempo a pensar sobre ciertas cosas. Llegamos al metro y cada uno por su lado. Pero soy imbécil, he bebido demasiado y yo qué sé qué más, la cuestión es que me acabo saltando mi parada. Así que vuelta para atrás y regreso a casa, con la luz de la mañana cegándome; para llegar y tras tantas charlas con tanta gente, darme cuenta de lo sola que me sentía.

domingo, 23 de octubre de 2011

Noche de viernes

El mundo está en franca decadencia. No hablo de la "pechonalidad" de las presentadoras en televisión - que por cierto, recientes estudios demuestran que son inversamente proporcionales a sus cerebros- ni del cambio climático -que ¿hola? ¿Calentamiento global? Que me lo cuenten a mí y a mi aguado verano-, ni siquiera de -como lo llamó un periódico estadounidense- la "berlusconización" que se da en este país de gente demasiado loca y gente demasiado cuerda. NO. No hablo de nada de eso; que podría pero es que prefiero hablar de mi misma y mi reino de gente extravagante, que yo al menos soy más original y quizás hasta tenga remedio. Viva mi narcisismo de enferma cínica en domingo soleado.

A ver, hablábamos de mí ¿no? Sí de mí, ah y de la decadencia de todo lo que no soy yo. En fin, esta historia tiene su espeluznante comienzo -aunque yo todavía no lo sabía- en un martes. Y es que este año los martes, día de más temprana entrada y mayor trabajo, se han convertido en el día odioso de la semana. Total, que iba yo tarde esa mañana; tanto que ni pude tomarme el café y me fui tal cual a la guerra. Con tan mala suerte que, por algún tipo de alineación planetaria o capricho del dios al que fastidiara en días anteriores, tuvo que venir a interrogarme la general de turno. Que me requerían de servicio el viernes a la noche. Mi adormecido cerebro solo logró conectar esas pocas palabras con discoteca, fiesta, nosotras, divertido. Y ¡pum! Mi boca, en clara desobediencia a mi cerebro, alma e instintos, aceptó. Creo que incluso sonreí, idiota de mí. En mi defensa alegaré que mis niveles de cafeína estaban por los suelos y mi cerebro fue incapaz de idear ninguna excusa que me librara de acompañarlas en esta tercera vez. Porque sí, era la tercera vez que me requerían y ya me había escaqueado las dos anteriores. En menos de lo que tardo en encender un cigarro, ya tenía hasta la entrada de la sala en mis manos.

Esa tarde, mientras andaba en mi cuarto intentando recuperarme de la traumática experiencia que había resultado el día, una de las generales decidió contactar conmigo "para concretar detalles". Já. Hay que admitir que me hizo sentir alagada, y es que por lo visto soy una de las pocas "vips" a las que les comentaron el evento, según me dijo -lo cual me hizo desear haber sido más borde con ellas hace unos meses, suerte que han tenido las otras-. Porque claro esas otras "no les caen bien". Como me aburría mucho le pregunté por los motivos. En palabras de la general "al trabajo se va a trabajar", y "es que ellas se creen que eso es una pasarela para lucir modelito y ligar con los compañeros" y eso no puede ser. Yo me reí educada -no tenía muy claro que se debía decir en estos casos- y ella aprovechó mi posterior silencio para empezar un ininterrumpido tiroteo contra los modelitos y ligoteos de las otras, porque como en el trabajo las tiene muy cerca está al tanto del todo.

No hace falta decir que yo a estas alturas ya me había perdido y pensaba: pero vamos a ver alma de cántaro ¿pero tú no decías que al trabajo ibas a trabajar? ¿Qué vas? ¿A trabajar o a cotillear?. Pero claro, aterrada ante la idea de dejar de ser una de las vips y pasar a ser una de las fusiladas estilísticamente decidí guardarme ese comentario.

Total, desde ahí mi mal humor fue en aumento según se iba acercando el viernes. Pero bueno, decidí ser optimista, que no positiva eh. Así que ahí me dirigí, vestida con minifalda, zapatos de tacón, una gota de maquillaje y litros de cinismo. Pero con una sonrisa eh. Habíamos quedado a las diez y media, con lo cual yo supuse que antes se haría una ronda de bares o beberíamos cual vagabundas -eso sí, vagabundas muy monas- en un parque cualquiera. Pero no, ¡que íbamos ya a la discoteca!

Ahí mis más profundos instintos se revelaron. Y es que vamos a ver, ni la sala podía estar abierta a esa hora! ¿Hola? A este paso quizás nos encontremos con mi hermano menor de edad dentro... Al final nos fuimos de bares. Yo pedí una heineken, y ellas "sin alcohol", una incluso cocacola. Porque es que cuando beben se desmadran mucho, me dijeron picaronas.

Admito que pasé un buen rato, bailamos en los bares y a mí no hay cosa que me guste más que bailar. Pero sobre las doce o así, les pareció que ya "se nos estaba haciendo tarde" -wtf?- y emprendimos el camino hacia la discoteca donde nos reuniríamos con más generales y gente vip. Y entramos. y a mí casi me dan ganas de salir corriendo. La sala estaba vacía, a excepción de:

1. La camarera en la barra.
2. El dj.
3. La azafata y el fotógrafo del photocall patrocinado por Licor 43.

Vamos, ¡vacía! Yo me fui derecha a la barra a por un vodka con limón, que me temblaban las piernas de ver tanto espacio ¡espacio incluso para caerme! ¡Tumbarme! ¡E incluso revolcarme por el suelo! Por dios, que se supone que en la palabra "discoteca" van implícitas las de "muchedumbre", "calor" y "apretujamiento". En fin, tras una hora, de la cual media pasamos escondidas en el baño por la vergüenza, empezó a llegar gente y eso se animó. No hace falta decir que me rompí a bailar con cada una de las canciones, me lo pasé realmente chachi bailando con las generales y demás gente vip. Pero hacia las dos o dos y media de la mañana los pies empezaban a dolerme y el baile regetonero empezaba a cansarme mucho, muchísimo. Así que como sabía que Bucay estaba Mikel, le whatsappee a este último para ver donde estaban y tras varias excusas, a falta de cafeína bueno es el alcohol para la imaginación, me fui de la discoteca después de varios abrazos colectivos con las generales.

Los ánimos por allá tampoco estaban muy altos. Bucay estaba atravesando un momento de melancolía en el que decidí a acompañarle. Fuera, sentados en unas escaleras, con el culo congelado y preguntándome la estúpida razón que me había llevado a ponerme tacones por millonésima vez, pasé el mejor rato de la noche hablando con mi amigo. De todo y de nada, nos comíamos el tiempo poco a poco, parando solo para ocasionales administraciones de nicotina.

Hasta que nos interrumpieron el resto de coleguillas de Bucay para apalancarse con nosotros. Podría decir, en afán por aumentar todavía más mi ego, que es que no pudieron resistirme a mis largas y preciosas piernas y tuvieron que arrastrarse hasta mí, pero lo cierto es que le llevaban chupando el culo toda la noche a Bucay y como mucho, lo único que tenían de mí eran celos. Aunque cierto es que Mikel, aun habiéndose pasado toda la semana dándome la chapa con una tal Sylvia, empezó a ponerse pesado y a invadir mi espacio, hasta que vio que yo pasaba de él e hizo lo propio. Gracias a dios. A las cuatro y media, Bucay y yo, cogíamos un taxi de vuelta a nuestro barrio. Una vez allí para seguir con la charla me acompañó hasta casa. Mis tacones, sus zapatillas. Los mecheros encendiendo unos últimos cigarrillos. Algún coche en la noche. Y las estrellas en el cielo mientras nosotros les hablábamos. Y solo por eso, valió la pena el catarro que hoy todavía arrastro.

jueves, 13 de octubre de 2011

Pintando.

Normalmente ningún jueves a las 9 de la mañana me dedicaría a escribir. Pero mi vecino ha decidido extender el uso del taladro no sólo a las mañanas de los domingos en los que tengo resaca, sino a los martes por la tarde que tengo que terminar trabajo desde casa y a los jueves por la mañana que puedo dormir.

Cuando ha empezado he pensado que podría ignorarlo pero nada, tras muchas vueltas me he levantado. Que conste que antes de servirme un café y sentarme delante de la pantalla he abierto el Código Civil con la intención de encontrar amparo en la ley y una excusa para romperle la cara. Pero oye, que no viene nada; te has librado por el momento cabrón.

Pero bueno quizás sea mejor así. Que parece que me estoy formalizando, femenizando y otros muchos -ndo´s, así que, ¡mejor! ¡no fuera a ser que se me rompiera una uña al utilizar los alicates para sacarle los ojos!

Ayer estuve recordando viejos tiempos con las chicas. Fue divertido. Hacía mucho que no teníamos un rato así, para simplemente ser nosotras. Además me vino bien, porque tal como había predicho, llegó la tormenta -familiar-.

Pero no nos entretendremos en tonterías, al fin y al cabo la vida es corta, pero sobre todo, muy rápida. Hoy es el típico día gris. Pero de ese cálido, no el que hace desear esconderse no, el gris que me hace querer bailar, sonreír por la calle y devolverle el color a cada baldosa del suelo. Por eso voy dando el cante. Continúo enferma, así que por hoy, prefiero dejarlo aquí. Me voy a pintar el mundo.

martes, 11 de octubre de 2011

Al futuro.

¿Conocéis esa sensación anterior a la tormenta? ¿Esa calma, esa tranquilidad artificial, ese clima apaciguado que no parece irradiar más que paz y felicidad? Yo sí, y muy bien.

Tan bien que he aprendido a ver las señales, a saber que la ausencia de nubes es en sí una señal, porque se está más tiempo abajo que arriba. O tal vez no, pero lo notamos más. La cuestión es que he desarrollado una sensibilidad especial para estas cosas.

Mientras que al principio me pillaban por sorpresa y no tenía más que conformarme y levantarme, pronto aprendí a visualizarlas en el horizonte y a temerlas. Son detalles imperceptibles a la razón, pero no al subconsciente. Ahora, ya he pasado esa fase. Ya no sólo las veo, sino que las preveo; como cuando te despiertas de repente un minuto antes de que el despertador te taladre los oídos. Y sobre todo, ya no las temo; porque no dejo que me hagan caer.

Ahora me calzo las katiuskas, me pongo el chubasquero y agarro el paraguas con fuerza. Si mantengo la cabeza lo suficientemente fría incluso me acuerdo de subir el volumen de la música para no oír siquiera los truenos. Así que ven, porque no me vas a derribar esta vez.

domingo, 9 de octubre de 2011

Delirios enfermizos

Ayer antes de ponerme irremediablemente enferma y aceptar que la fiesta tendría que esperar al siguiente sábado, estuve dando una vuelta con Bucay. Hablábamos de esos seres pequeños que la gente encarga -sin saber los costes adicionales- que no hacen más que hacérselo encima y berrear; bueno, Bucay los llamó hijos pero al final eso es lo menos importante. La cuestión es que cuando me despedí de él, camino a casa, estuve pensando en las familias, los extraterrestres, los niños y demás cosas extrañas del universo hasta que una turbadora conversación tuvo lugar entres las dos partes de mi cerebro:

-Estaría bien tener novio. Estaría requetebien.
-¡¿Para qué?!
-No sé, la gente parece feliz.

Tras esto la voz racional de mi cerebro tuvo que callarse y dejar que yo, árbitro suprema, cavilara sobre ello. Es verdad que parecen felices aunque quizás es en el "parecen" donde está la clave. Al fin y al cabo tener pareja es de lo más angustioso. Cuántas veces habré oído a la gente referirse a la otra persona como "mi mitad", "mi todo", etc. o decir "sin ti no soy nada", "sin ti me muero"... Joder tía, pues muérete ya y déjanos tranquilos. Aparte de la evidente cursilería que encierran estas chorradas, hace pensar que una persona está incompleta -mi mitad- o no es nada sin la otra! Pero ¿qué clase de amor propio es ese? Me dan escalofríos solo de pensarlo.

Sin embargo es verdad que parecen de lo más felices -y lo son, por experiencia propia. Ayer mismo echaba de menos eso. Alguien que me abrazara en la cama mientras me moría de frío y no hacía más que estornudar hubiera estado bien. Que me trajera chocolate caliente, me arropara, me diera mimos, me dijera cosas bonitas,... Sí, habría estado "requetebien".

Pero siendo sincera, es que yo soy muy pragmática. A ver qué hago con el tío de turno cuando vuelva a estar bien, y es que esto solo son delirios de la enfermedad -esperemos-.

jueves, 6 de octubre de 2011

Teléfonos de emergencia.

Si la semana tiene siete días la mía debe de tener catorce. O quizás sea la falta de horas de sueño para acabar, rematar y dejar requeteacabadísimo todo el trabajo que tengo últimamente. Qué se le va a hacer, cosas del perfeccionismo.Últimamente además tengo mucho compañero nuevo, nuevo sitio -mucho mejor, eso sí- y tareas nuevas; lo cual normalmente acabaría por destrozar mis nervios, pero no. Resulta que estoy de lo más happy del mundo, he visto gente a la que le ha tocado la lotería más triste que yo.

La cuestión es que lo normal sería que mi único deseo al terminar la jornada o la semana como mañana fuera quedarme con una camiseta zarrapastrosa viendo sexo en nueva york mientras como cereales, ¡pero no! Haciendo gala de los superpoderes femeninos de los que dispongo, todavía me da tiempo hasta para desear. Deseo ir de fiesta, deseo estar con las chicas, beber, fumar, bailar y reír, reír mucho. Y lo pienso hacer todo todo.

El problema comienza cuando lo que deseas no puedes tenerlo. Como ayer. Ayer simplemente tenía ganas de sexo, puro y duro -resulta increíble después de dos horas de gimnasio completas y una jornada de trabajo intensa- pero las tenía. La cuestión en principio parecía fácil de resolver. Estuve whatsappeándome con Karl, pero él estaba ocupado por la tarde así que pasé, aunque bromeé con tirar de agenda. Y ahí surgió, en caso de emergencia, ¿a quién llamar? Al fin y al cabo ayer sí, tenía ganas, pero no me tiraba de los pelos y como tenía trabajo para casa, lo dejé pasar. Cuando hay un incendio llamamos a los bomberos, te desmayas pues al médico y si te roba el bolso un kinki en la calle pues o corres detrás de él mientras le gritas o vas a la policía. Pero y en caso de emergencia sexual? Que yo sepa el gobierno no ha implantado -todavía- ningún número de tres cifras al que llamar, y digo tres cifras porque es probablemente el tiempo máximo que puedas perder marcando en estas ocasiones.

Ayer tenía números, podía, pero no sé si la pereza o que me apetecía que fuera karl, hizo que me prefiriera tomarme un té y hundir la cabeza entre papeles. Quizás sí, quizás el cansancio estaba pudiendo conmigo. Aun así, se lo planteo a los candidatos, votaré a quien lleve el teléfono de emergencias sexuales al 20-N. He dicho.

Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.