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astrid.rhys.jones@hotmail.com

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Echo de menos


Echo de menos las caricias. Ésas que comienzan en la nuca, rozan la oreja, se deslizan por el cuello, descansan en el hombro izquierdo y terminan en el pecho. Ahí, junto al corazón, como si quisiera con su mano atraparlo y llevárselo.

Echo de menos los besos delicados que van desde la clavícula al ombligo, mientras roza su nariz mi piel al paso. Sin olvidar claro aquellos que me destrozaban la boca, la cara, el cuello; salvaje expresión de todo nuestro deseo.

Echo de menos la respiración entrecortada y la alternancia de frío y calor que produce sobre la piel. Los jadeos que truenan en los oídos y el suspiro que va a morir en la nuca tras un escalofrío.

Echo de menos la voz que susurra, la que habla, la que ríe, la que acaricia el alma. También añoro la que gime, exige y se derrite. Sin olvidar nunca aquella que grita, o que simplemente pronuncia mi nombre.

Echo de menos las manos que se apresuran, esas ansiosas que atrapan y no sueltan. Las que se enredan en el pelo y, sobre todo, aquellas que sujetan por encima de ti las tuyas propias y te inmovilizan.

Echo de menos la piel contra la piel. El calor. El repentino frío. La fuerza y la delicadeza en perfecto equilibrio. La protección, y el desamparo posterior. La tortuosa y placentera lentitud, seguida de la deseada y deliciosa rapidez. Los cuerpos unidos, conectados. El sentir y ser en ese preciso momento. Todo. Lo echo de menos todo.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Café de navidad

Escribo mientras apuro los últimos sorbos del café. Tengo una reunión en media hora y todavía no estoy ni vestida, menos mal que es cerca de casa. En cinco minutos estoy ahí, corriendo por supuesto -gracias al cielo que no son necesarios tacones!- y es que necesitaba escribir un rato. Simplemente sentir el dulce ticlití bajo mis dedos, no más.

Y es que tampoco es que haya mucho que contar. Van avanzando los días y yo me noto parada, es hora de empezar a moverse ya. A menos de una semana de que termine este año 2011 y cada vez más cerca del final de mis vacaciones, yo todavía sigo sin vestido de Nochevieja y sin haber trabajado nada -esto no puede ser!-. Entre hoy y mañana me pondré las pilas, y de ahí todo hacia arriba, sin problemas.

Me estaba riendo ahora mismo. Recordaba donde estaba hace un año y la verdad es que, sí es verdad, estaba enamorada, lo quería y me quería... y ahora estoy en territorio desconocido sin saber si sí o si no, sin saber nada, sin tener el control de nada, y sin embargo, estoy segura de que soy el doble de feliz que el año pasado. Me gusta. Este 2012 no promete nada, y eso lo va a hacer fantástico.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Pf.

Estas fechas me sientan de pena. No tengo ningunas ganas de cumplir con ninguno de esos estúpidos compromisos adquiridos por ser persona, por ser ser social, por tener que convivir con el resto. Que si cena, que si charla que si tal. En fin, intentaré refunfuñar el mínimo posible y ser lo más educada y políticamente correcta posible.

Si a eso le sumas que estos días me siento incomprendida entenderéis el por qué de mis desvaríos. Los chicos son incapaces de entenderme, últimamente solo lo hacen las chicas. Pero a ellas les falta un punto práctico, más  pragmático y siento que no hay un solo ser humano en la faz de este planeta que pueda coger ponerme la mano en el hombro y susurrarme: yo lo entiendo, lo vamos a solucionar juntos.

Coincide además con un bajón energético del alma. Estoy en pinchazo, sin parches para arreglarlo ni ganas de soplar. Encima, estoy en camino de ponerme mala... pero es lo de menos, y es que ay... si solo tuviera que preocuparme por mi salud física... pero es que es la mental la que parece que no consigue un estado más o menos no demasiado preocupante.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Reencontré.

Qué bien sienta estar de vacaciones. Todo el mundo debería probarlo de vez en cuando. Creo que queda claro que a la par que mi humor, mi frágil salud -es todo lo que tengo de damisela en apuros- ha mejorado también. Si a eso le añades que comencé mis vacaciones el viernes pasado... pues eso, la vie en rose.

Aunque no os creáis que todo es perfecto. Empezando porque aunque oficialmente de vacaciones, sigo teniendo muchísimo trabajo; y terminando porque se acerca Nochevieja y, como siempre, yo todavía no me he comprado el vestido ¡por no romper con las tradiciones, eh!

Haciendo gala de una madurez que pocas veces me invade -e influida porque Ela ya me ha estado dando la chapa con el tema- iré mañana a ver si encuentro por la ciudad algo que me guste y que me vaya a gustar llevar durante una larga noche y consiguiente mañana -que si nos vamos de fiesta, nos vamos de fiesta-. Así, además, solucionaré algo de papeleo que llevo dejando aparcado desde hace siglos.

En fin, me encanta la Navidad. Es el momento en el que ser insufriblemente nostálgica y romántica es correcto. Hay que aprovechar y dejar el cinismo para la vuelta.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

En muy variados procesos.

Lo que escribí ayer es una de las consecuencias del final de mi noche del sábado. Y es que acabé en su casa. Y como mi memoria es tan genial, me dejé una de mis pulseras favoritas. Todavía tenemos que aclarar lo de los pendientes. Pero objetos materiales a parte, supongo que tengo mucho sobre lo que reflexionar. Claro que podría excusarme diciendo que todo es consecuencia de que estoy enferma, y es que cada vez que me toca me pongo mala -tanto metafórica como literalmente!-. Y esta vez ha sido la peor, quizás porque fue la mejor con él. No sé. Estoy confusa. Tampoco quiero darle muchas más vueltas, al fin y al cabo él no tiene ningún tipo de interés en mí más allá de lo del otro día.

Dejando a ese extraño ser a parte, Karl insiste en venir a verme. Que estoy mala, no muriéndome! Lo agradezco muchísimo, es un cielo, pero ahora mismo visitas son lo que menos quiero, solo quiero descansar, recuperarme y estar cuanto antes otra vez al cien por cien. Al fin y al cabo el trabajo se me está acumulando, me ha costado tres llamadas, dos correos electrónicos y unas cuantas comunicaciones dejar todo dispuesto para que mi mundo no se eche a perder en el tiempo que voy a faltar.

Mientras tanto, muchos líquidos, todos sin nada de alcohol -dios mío lo que daría por un vodka con lima ahora mismo- y cero cigarrillos -aunque sé que por muy mal que esté acabaré fumándome uno tarde o temprano-.

Supongo que lo que más me ha complacido de todo esto es ver que mi mundo avanza y se mantiene, aunque tenga que vigilarlo con el termómetro puesto.

martes, 13 de diciembre de 2011

Gracias.


-Gracias, gracias de verdad-Exclamó fervorosamente. Y es que casi podía sentir como en un momento la incómoda sensación de angustia en el pecho se había diluido, hasta desaparecer. Pero entonces un calambrazo hizo luz en su cabeza y releyó ávida su mensaje. Con el ceño fruncido hizo que todas y cada una de las miles de imágenes que tenía de esa noche se precipitaran y proyectaran en el gran cine de su mente: desde Bucay  quejándose mientras ella se maquillaba, pasando por el abrazo a Sonia, hasta su cuerpo y la mesilla donde había dejado su pulsera. Estaba desconcertada, había una pieza del puzle que no encajaba; pero entonces recordó que había otras variables que no estaba incluyendo, y que ese puzle era mucho más grande. Y pum! Encajó, su rostro se relajó y reprimió una carcajada. Vaciló, no sabía muy bien qué decirle y al fina decidió ir a tiro fijo, mantenerse despreocupada y apalear sus sentimientos hasta dejarlos inconscientes en una esquina. Tras eso, escribió: -Nene, sobre esos pendientes… el sábado yo no llevaba.

Sintió que a su izquierda algo se revolvía. Miró de reojo y antes de que se diera cuenta, sus sentimientos habían desaparecido. Sintió un violento golpe en el estómago y notó como la apuñalaban por dentro. Eran rápidos desde luego, muy rápidos.

Iba a arrancárselos. Desgarrarse las tripas y sacarlos uno a uno. Pisotearlos, arañarlos y hacerlos cachitos muy pequeños, con sus mismos dientes. Pero por un momento quedó quieta, y lloró. No porque no fueran sus pendientes –que eso le daba igual-, no porque se sintiera una cría a su lado –que ya se había acostumbrado-, sino porque lo que tanto había ansiado sentir, lo sentía ahora por quien no podía ser suyo.
Sin embargo acabó por tranquilizarse. Se enjugó las lágrimas y sonrió. Al fin y al cabo, porque aunque doloroso, era un sentimiento precioso. Y ella no quería renunciar a él. 

lunes, 12 de diciembre de 2011

Barreras y protecciones

Bucay habla de barreras, yo hablo de protección emocional. Quizás sea lo mismo. Quizás no, lo es. Todo es cuestión de perspectivas. Desde la mía todo está muy claro: protección es seguridad, y seguridad ausencia de dolor. No le tengo ningún miedo al dolor físico, el emocional es otra cosa. No es que le tenga pavor, incluso puedo llegar a disfrutar de él -al fin y al cabo del dolor nacen ciertas cosas únicas- pero mi experiencia me dice que, en mi TODO o NADA emocional actual, sería demasiado.

Desde la de Bucay también está todo muy claro: lucha por lo que quieres, el dolor es pasajero, el triunfo eterno. Vale la pena, déjalo fluir, no te obceques.

Pero es tan fácil decirlo... y tan difícil hacerlo. Supongo que todo irá fluyendo, quiera yo o no. La cuestión es si me voy a dejar arrastrar por la corriente, voy a nadar a favor, o lo voy a hacer contracorriente hasta desfallecer. Primero veremos hacia dónde sopla el viento, será bastante más sencillo así.

Mientras solo queda centrarse, que no se diga que un contratiempo emocional paraliza mi vida. Porque eso sí que no voy a dejar que pase.


Placentero desconcierto.

Este fin de semana me ha dado mucho sobre lo que pensar. En otras circunstancias habría entrado en fase de ataque de nervios muy pronto, pero conseguí controlarlo, consiguió que lo controlara. Curioso, muy curioso. Ahora solo me queda recuperar mi preciosa pulsera, cero valor monetario, mucho valor sentimental. Todavía me cuesta respirar un poco, pero creo que es más por el exceso de cafeína. Al fin y al cabo me he desahogado bastante con Ela, y en nada he quedado con Bucay, espero poder hablarlo con él. Todavía recuerdo cuando la vida era sencilla... qué tiempos, y ¡qué aburridos que éramos! No cambio ninguna de estas sensaciones -ni la angustia, ni la resaca, ni la falta de control, ni el control, ni nada- por nada del mundo. Me estoy volviendo una especialista en vivir.


domingo, 4 de diciembre de 2011

Entre tiburones.

Se quedó muy quieta. Como paralizada. No es que lo estuviera en realidad, pero ante un tiburón -como él- es lo que solía aconsejarse. Así que se quedó ahí, parada, al lado suyo pero lejos de él y muy cerca del resto. Sin apenas moverse lo miró de reojo y rápidamente volvió a bajar la vista al suelo. Estaba escuchando al resto.

Se estremeció de arriba a abajo cuando soltó una carcajada, y sin saber muy bien por qué, se sonrojó cuando escuchó su voz replicar con otra broma. Pero siguió sin moverse. Estaba segura de que él -como tiburón experimentado- podría dar con cada una de sus debilidades en menos de un minuto, medio si encima llamaba su atención.

Pero entonces, fue él el que llamó la de ella. La miró, podía sentir su penetrante mirada clavada en ella aunque siguiera con la cabeza gacha. Lentamente la levantó, lo miró y sonrió como pillada in fraganti. Él posaba con su sonrisa de medio lado. Genuina, auténtica. Durante unos segundos solo existían ellos dos.

Y entonces, dentro de su burbuja, él rompió el silencio:

-¿Me acompañas?

Consiguió mantener la compostura, fingió indiferencia, sacudió los hombros y asintió. Muy bien trabajada la pose; pensó para sí misma. Él sin embargo rió por lo bajo, condescendiente. Después se dio la vuelta y, mientras ella todavía trataba de controlar sus nervios, les dijo algo al resto. Alguna excusa, alguna justificación de a dónde iban.

Empezaron a caminar.

-¿A dónde vamos?-Preguntó ella curiosa.

-Eh... pues la verdad es que no lo tengo muy claro.-Respondió él con la vista perdida, para acto seguido mirarla interrogante, como esperando que ella lo retara.

-Eso está bien-Contestó ella sonriendo sin embargo. Al fin y al cabo, pensó, ella tampoco sabía a dónde iba todo esto.

Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.