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astrid.rhys.jones@hotmail.com

lunes, 18 de abril de 2011

Saúl: el retorno

Y llegó el temido momento, el temible Saúl retorna. Pero en serio ¿este hombre no se cansa de que lo rechace?

Ya no sé cómo decírselo, si se lo he dicho de todas las maneras posibles. Que sí, alma de cántaro, que estás muy bueno, que el pelo como te lo has dejado me provoca prácticamente un orgasmo y que tu barbita la quiero yo a mi lado haciéndome cosquillas en la cama cuando me levante.

Pero que todo es fachada, que al igual que no vale de nada tener unos Jimmy Cho si luego vas a estropearlos con unos pantalones horrorosos, de nada me vale que estés para mojar pan y dejar sin agua y leche a toda la nación, si luego no funcionamos. O si no me pones, dicho claramente.

Pues por lo visto no sé si es que quiere reafirmar su hombría, tiene ansias de superación personal o que simplemente se muere por echarme un polvo ya que se quedó con las ganas la última vez, pero no acaba de captar que si no me gusta el zumo de melocotón no voy al súper y lo compro. Pues nada, él insiste, por eso que no quede.

Ni los testigos de Jehová me han dado nunca tanto la chapa. En serio, Saúl, que no me gusta el zumo de melocotón, a ver si te entra en la cabeza.

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Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.