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astrid.rhys.jones@hotmail.com

lunes, 7 de marzo de 2011

Tic-tac, tic-tac...

El sábado no hubo nadie que me hablara más seco que tú (y eso que fue por móvil), llevas dos días sin dar señales de vida y hace más de una semana que no tenemos un rato juntos a solas. Me duele el pecho, pero sobre todo la tripa. Tengo la teoría de que el alma se reparte por todo el cuerpo, pero que su centro se concentra en el estómago.

Si no que me expliquen esta falta de ganas de comer, esos vuelcos en el estómago cada vez que suena mi móvil o esas náuseas al ver mi email y demás medios de comunicación entre tú y yo sin señales.

Esto me enferma. Más el no saber, que el hecho de que obviamente me estás ignorando, sino incluso evitando. Y yo... yo empiezo a sentir mariposas en el estómago otra vez, y no son por ti. Vuelvo a sentir escalofríos cuando me toca, y no eres tú. A cada tic-tac te siento más lejano y a él más cerca. Ante todo esto, solo tengo cinco preguntas que hacerte:

1. ¿Me sigues queriendo?
2. ¿Te sigo gustando?
3. ¿He hecho algo malo?
4. ¿Has hecho algo malo?
5. ¿De verdad quieres que esto vaya adelante?

Tic-tac, tic-tac. Y el reloj, no se detiene.

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Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.