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astrid.rhys.jones@hotmail.com

miércoles, 23 de marzo de 2011

Y sentí que el mundo se tambaleaba bajo mis pies.

Pensé que quizás fuera un terremoto, un tsunami, algún desastre de tipo medio... pero nunca se me ocurrió que pudiera ser nada como esto. El drama comenzó con una Ela ausente e indiferente a mí (that really hurts...), siguió con una familia descompuesta, unas chicas dispersas y un chico bipolar, para terminar con Bucay hundido.

Juro que intenté salvar a cada uno de ellos, que intenté descubrir los monstruos que los atormentaban. Que escudo y espada en mano, atravesé los mil y uno peligros de sus mentes para encontrarme que no tenía con quien luchar, que o los monstruos eran imposibles... o el monstruo era yo.

Sentir a Bucay prisionero del dragón de la tristeza me ha hecho levantarme y dejar a un lado las lágrimas. No sé qué malvado brujo o malvada hechicera es la que dirige al temible dragón, pero tendré que descubrirlo.

Al fin y al cabo el dragón no es tan malo. Es él o la que se esconde detrás. Tendré que esquivar bolas de fuego e intentar no quemarme el culo. Sortear sus garras sin despeinarme y conseguir encadenarlo. Después tendré que acercarme y acariciarlo, los dragones también tienen sentimientos ¿vale?, y así conseguir que el dragón de la tristeza de Bucay deje que los malvados motivos que lo afligen queden a la vista.

Y será entonces, cuando necesitaré toda la ayuda del mundo. Porque hoy por hoy, yo y mi espada solas no somos lo suficientemente fuertes para la batalla. Quien sabe, quizás mi destino sea el de una mártir, si es así, que caiga en viernes (para alargar los puentes más que nada). Allá vamos, una, dos y tres...

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Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.