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astrid.rhys.jones@hotmail.com

viernes, 25 de noviembre de 2011

Excuse moi mais je ne peux pas.

Estoy de una mal humor terrible. Enfadada con todo aquel que respire, pestañee o siquiera exista. Así que respiro despacio, cierro los ojos, cuento hasta diez y me ubico. Aquí, en este mundo. El gps de cinismo estropeado y yo con el nivel de estrógenos a la altura de su ego. Así no se puede, no.

Pero ningún imprevisto -como puede ser mi humor- va a despeinarme hoy. Hoy no. Hoy toca fiesta, aunque estoy preocupada. No por la posible bronca que tanto preocupa a Bucay y Karl para el concierto de esta noche, no. A mí los criajos no me interesan. Estoy expectante. Esperando, no sé. Al fin y al cabo Dex lleva metiéndome fichas tres semanas, al menos. Es encantador, para qué negarlo. Me habla de forma cariñosa e incluso se preocupa por mi día y, aún más importante, por mí.

Mas las circunstancias le van a hacer llevarse un chasco. Porque como siempre digo, los hombres van y vienen, los amigos son para siempre. Y yo tengo muy claro a quién soy fiel. Eso supone que, aunque oficialmente yo soy simple observadora, me importa más mi manicura que sus broncas y no tomo parte en nada eso, extraoficialmente la verdad es que no haría nunca nada que pudiera ir contra Bucay o pudiera llegar a considerarse una traición a nuestra alianza de genios malvados. Soy leal a quien tengo que serlo, eso lo tengo más claro que la incompatibilidad de un chandal con zapatos de tacón.

Por tanto, el flirteo se quedará ahí. Ni affair, ni nada. Quizás en otro momento, en otra vida, en otro universo paralelo. Pero esta noche, soy de mis amigos.

1 comentarios:

MMT-Cuando llovia yo tambien me mojaba dijo...

Si, los hombres van y vienen, y si se quedan siempre podrás darles una patada en el trasero.
Me ha gustado tu entrada, me gusta como te expresas!
un beso!

Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.