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astrid.rhys.jones@hotmail.com

miércoles, 14 de diciembre de 2011

En muy variados procesos.

Lo que escribí ayer es una de las consecuencias del final de mi noche del sábado. Y es que acabé en su casa. Y como mi memoria es tan genial, me dejé una de mis pulseras favoritas. Todavía tenemos que aclarar lo de los pendientes. Pero objetos materiales a parte, supongo que tengo mucho sobre lo que reflexionar. Claro que podría excusarme diciendo que todo es consecuencia de que estoy enferma, y es que cada vez que me toca me pongo mala -tanto metafórica como literalmente!-. Y esta vez ha sido la peor, quizás porque fue la mejor con él. No sé. Estoy confusa. Tampoco quiero darle muchas más vueltas, al fin y al cabo él no tiene ningún tipo de interés en mí más allá de lo del otro día.

Dejando a ese extraño ser a parte, Karl insiste en venir a verme. Que estoy mala, no muriéndome! Lo agradezco muchísimo, es un cielo, pero ahora mismo visitas son lo que menos quiero, solo quiero descansar, recuperarme y estar cuanto antes otra vez al cien por cien. Al fin y al cabo el trabajo se me está acumulando, me ha costado tres llamadas, dos correos electrónicos y unas cuantas comunicaciones dejar todo dispuesto para que mi mundo no se eche a perder en el tiempo que voy a faltar.

Mientras tanto, muchos líquidos, todos sin nada de alcohol -dios mío lo que daría por un vodka con lima ahora mismo- y cero cigarrillos -aunque sé que por muy mal que esté acabaré fumándome uno tarde o temprano-.

Supongo que lo que más me ha complacido de todo esto es ver que mi mundo avanza y se mantiene, aunque tenga que vigilarlo con el termómetro puesto.

1 comentarios:

Karl dijo...

El Vodka con lima mejor lo dejamos para el Sábado = ). Descansa y verás como te recuperas pronto!!

Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.