Soul of music.
astrid.rhys.jones@hotmail.com
martes, 13 de diciembre de 2011
Gracias.
-Gracias, gracias de verdad-Exclamó fervorosamente. Y es que
casi podía sentir como en un momento la incómoda sensación de angustia en el
pecho se había diluido, hasta desaparecer. Pero entonces un calambrazo hizo luz
en su cabeza y releyó ávida su mensaje. Con el ceño fruncido hizo que todas y
cada una de las miles de imágenes que tenía de esa noche se precipitaran y
proyectaran en el gran cine de su mente: desde Bucay quejándose mientras ella se maquillaba,
pasando por el abrazo a Sonia, hasta su cuerpo y la mesilla donde había dejado
su pulsera. Estaba desconcertada, había una pieza del puzle que no encajaba;
pero entonces recordó que había otras variables que no estaba incluyendo, y que
ese puzle era mucho más grande. Y pum! Encajó, su rostro se relajó y reprimió
una carcajada. Vaciló, no sabía muy bien qué decirle y al fina decidió ir a
tiro fijo, mantenerse despreocupada y apalear sus sentimientos hasta dejarlos
inconscientes en una esquina. Tras eso, escribió: -Nene, sobre esos pendientes…
el sábado yo no llevaba.
Sintió que a su izquierda algo se revolvía. Miró de reojo y
antes de que se diera cuenta, sus sentimientos habían desaparecido. Sintió un
violento golpe en el estómago y notó como la apuñalaban por dentro. Eran
rápidos desde luego, muy rápidos.
Iba a arrancárselos. Desgarrarse las tripas y sacarlos uno a
uno. Pisotearlos, arañarlos y hacerlos cachitos muy pequeños, con sus mismos
dientes. Pero por un momento quedó quieta, y lloró. No porque no fueran sus
pendientes –que eso le daba igual-, no porque se sintiera una cría a su lado –que
ya se había acostumbrado-, sino porque lo que tanto había ansiado sentir, lo
sentía ahora por quien no podía ser suyo.
Sin embargo acabó por tranquilizarse. Se enjugó las lágrimas
y sonrió. Al fin y al cabo, porque aunque doloroso, era un sentimiento
precioso. Y ella no quería renunciar a él.
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Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.
Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.
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