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astrid.rhys.jones@hotmail.com

martes, 10 de enero de 2012

Porque alimentan mi alma.

Hoy, mi móvil sonaba. Eran las chicas.

-Puedes quedar hoy o tienes demasiado trabajo?-me whatsappean, con sonrisita al final.-No te preocupes eh, no es nada importante, solo es por hablar.-Se apresuran, con otra sonrisita de tecleo.

Porque saben, porque me conocen. Son muchos años ya, desde los dos años. Imaginaos. Me han visto crecer, soñar y temer, caer y levantarme, perder y ganar. Mis lágrimas, mis sonrisas, mis besos, mis abrazos. Todo lo han compartido conmigo, todo lo he compartido con ellas. Y saben, por eso saben. Y conocen, por eso conocen. Y entienden, por eso entienden. Porque me quieren, como lo han hecho siempre.

Es por ello que se apresuran a decirme que no me preocupe, sin exigencias, sin compromisos. Que quieren verme, pero me quieren más a mí. Y por eso me dicen que me lo curre, que no me preocupe, que siga dándole duro al trabajo. Conocen mis sueños y saben lo que conlleva conseguirlos. Quieren que los alcance, quieren que no me rinda. Porque quieren que sea feliz, porque me quieren.

Parece una tontería, pero es muy importante discernir este tipo de cosas. Porque marca la diferencia entre las personas que te quieren y las personas que te quieren y están dispuestas a hacer sacrificios -aunque sea que te vuelvas huraña, no te vean y cuando te vean estés ausente- para que alcances lo que te hace feliz. Y sin esperar nada a cambio. Y es que en estas temporadas de frenética actividad que me toca, ellas se encargan de todo: de informarme, de hacerme sentir presente, de sacarme una hora de carcajadas al completo, de todos mis otros compromisos, hacen todo lo que pueden para hacérmelo más fácil.

Me liberan. Y es que a mí nunca me gustaron las ataduras, este blog es testigo de ello. No me gusta que me aten con compromisos, yo quiero espontaneidad, amor, alegría, amistad. Cosas sinceras, cosas puras; no cadenas ni convenciones sociales.

He sonreído. -Dónde estáis?-Les whatsappeo. En el local, me dicen. Y decido adelantar la hora de la comida y voy corriendo. Al fin y al cabo, me digo sonriendo, ellas alimentan mi alma. Y así ha sido.


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Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.