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astrid.rhys.jones@hotmail.com

martes, 22 de junio de 2010

El cigarrillo incriminatorio

El Morrison está a tope. Hace un calor insufrible, pero la bebida con hielo entra mejor así. Rebeca llega tarde, el tráfico es horrible. Localiza a Ana y Reneé en la mesa de siempre, por lo visto el resto no han podido venir. Ya han pedido por ella, lo de siempre.

Se deja caer en la silla y suspira. Reneé la sonríe, ella evita su mirada buscando en el bolso el paquete de cigarrillos. Lo encuentra y prende uno.

-Pero si tú no fumabas-Se escandaliza Ana.

-Uno de vez en cuando tampoco hace mal...

-Ya claro. Así empezó Reneé...-Enarca Ana una ceja señalando a la aludida.

-¡Eh! Venga, sabéis que a mí la costumbre me la pegó Aarón y ahora no he podido dejarlo...

Rebeca pega un trago a su copa para no tener que decir nada. Ana mira más allá de la mesa, de repente se pone seria.

-Hablando del rey de Roma...

Reneé y Rebeca se dan la vuelta hacia la puerta. Ahí está él. Aarón. Con sus levy´s rotos y una camiseta, igual de guapo que siempre. Rodeado de amigos. Se ríe del chiste de alguno, hasta que Javi le señala con un movimiento de cabeza la mesa de las chicas, atentas a ellos.

Bruscamente mira hacia ellas, se sonroja. Ve a Rebeca y luego a Reneé, preciosa como siempre. Las mira alternativamente. Rebeca está hipnotizada mirándolo, Reneé siente que algo más extraño que una simple ruptura ocurre ahí.

La chica mira a Rebeca hipnotizada que está a su derecha. Mira el paquete de cigarrillos de Marlboro sobre la mesa. Y de repente, empieza a atar cabos...

1 comentarios:

Sweet Mischief dijo...

MY GOD! .......


por cierto, utilizas nombres reales para lo que escribes? quiero decir, parece que hay más de un secreto aquí plasmado...

Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.