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astrid.rhys.jones@hotmail.com

lunes, 12 de abril de 2010

Cuando Venecia rivalizó con Madrid

Se siente la primavera, un mero adelanto del perfecto verano que todos esperamos pasar. Algunos ya sueñan con él, algunas ya se han comprado el primer bikini. Unos, planean sus viajes. Viajes de fiesta con sus amigos, románticos con su pareja, en familia,... Otros, no piensan ni en moverse. Y es que playa, fiestas en la noche y horas de incesante vagueo en tu propia casa constituyen un buenísimo plan. Te aseguras unas vacaciones que posiblemente en otro sitio y con otras compañías, no podrías tener.

Pero aún así, a veces, incluso los más reacios a ir de vacaciones, si se les presenta una buena oferta, se apuntan. Porque a veces lo que importa no es el lugar sino la compañía: mientras que yo no movería un dedo por unas vacaciones familiares, no necesito siquiera preparar una maleta para irme con los amigos. Incluso unas vacaciones en solitario, en algún lugar en el extranjero, recóndito, que explorar a base de callejear. Quien ame viajar sabrá de lo que hablo.

Hoy él me dijo que piensa ir a Venecia. "Algo cursi, ¿no?" pensé. Me gusta Venecia pero ¿como para ir a pasar unas vacaciones salvajes? No. Venecia es algo más romántico. Y eso le dí a entender. Se rio, una y otra vez. Además, añadí, aquí tengo fiesta, alcohol y mi gente, todo lo que necesito... y conseguir todo eso fuera no es tan facil.

Oh, yo tengo amigos allí; me dijo. Olvidate de L y Madrid, y ven conmigo. Ven conmigo a Venecia. No vayas a Madrid, ya verás como te lo vas a pasar mejor.

¿Venecia? Demasiado lío, era más sencillo, rápido y seguramente divertido mi otro plan; pensé. Fui yo la que se rió entonces. No, no, allí no hay fiesta; le dije.

¿Que no hay? conozco gente a allí, vente conmigo a Venecia, tendrás toda la fiesta alcohol y demás que quieras; dijo controlador, tendrás todo eso y más.

Y de repente... de repente Venecia rivalizó con Madrid.

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Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.