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astrid.rhys.jones@hotmail.com

jueves, 8 de abril de 2010

Dormido por vacaciones

Espera ansiosa su llamada. No hay nada que pueda hacerla despegarse del telefono, ¿cuánto tardará en llamarla? ¿Qué estará haciendo en este momento? Quiere que él la demuestre que aunque cientos de kilometros los separan, la sigue queriendo igual. Lo que para él son vacaciones para ella son días de ansiedad y comezones de cabeza interminables.

No puede evitarlo. No sabiendo lo que sabe. Y es que los pueblos, el alcohol y las zorras propias de los pueblos no le inspiran gran confianza, ni una pizca en realidad. Solo las llamadas de él pueden calmar sus continuas inseguridades.
Las chicas le dicen que no se ralle, que se relaje y distraiga, pero Abigail es incapaz. El mejor momento del día es cuando él la llama y le dice que la quiere, que la echa de menos y no la olvida. Es lo que le da fuerzas para aguantar un día más sin verle, teniéndole lejos. Pero a veces esa ansiada llamada no llega.
A veces, el corazón duerme en vacaciones. Entra en un profundo sueño del que no despierta hasta la vuelta, quizás porque así duele menos, quizás porque se echa menos en falta a la persona amada. Pero Abi es incapaz de entender este sueño, y lo que para él es un descanso, un tiempo muerto, para ella es una tortura en la que todo lo que ella cree que sabe (que la quiere, que la ama, que quiere estar con ella) se desvanece. Y a veces llora. Otras, se desahoga con una amiga.

"Si me quisiera, me llamaría" piensa. Pero no todo es tan sencillo, ni tan facil como Abi cree. La realidad es otra. Si está con ella es porque la quiere, y si no la llama; es porque está ocupado, ausente, o de fiesta, y en ocasiones, en más de las que jamás el admitirá y en muchas más de las que él será realmente consciente, porque duele. Duele oir su voz y saberla lejos. Oirla reir pero no poder ver ni un solo atisbo de su sonrisa. Duele oir su voz quebrarse triste, y no poder secarle las lágrimas. Duelen los "te quiero" si no puede verlos en su mirada. Duelen los susurros cariñosos si no puede sentir el viento de sus palabras en el oido. No poder besarla, acariciarla o simplemente mirarla, riendo como solo ella sabe, duele. Por eso, él prefiere hacer dormir a su corazón.
Abi sufre por su ausencia. Y él por su recuerdo. Pero el sueño es inquieto, y en la duermevela, él la llamará. Porque vale más para él la alegría de ella que su propio dolor.

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Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.