Soul of music.


MusicPlaylistView Profile
Create a playlist at MixPod.com
astrid.rhys.jones@hotmail.com

jueves, 15 de abril de 2010

Un juego de niños, un juego para mí

Juguemos un rato. Aunque antes de saltar al campo, hagamos el calentamiento previo. Tú por tu parte, y yo por la mía. Haré estiramientos de pestañas con el rimel, pruebas de equilibrio con mis nuevos tacones y practicaré haber cuanto tiempo soy capaz de aguantar esta falsa sonrisa en mi cara mientras me voy maquillando delante del espejo.

Reúnamonos con nuestros equipos. Tú con el tuyo, yo con el mío. Dicen que antes de un partido hay que calentar muy, muy bien; así que, por si no lo había echo suficiente ya en casa, agarro una botella de vodka. Mientras, quizás comente técnicas con el resto del equipo: ¿avanzo por la banda hasta él? ¿o me quedo en la defensa esperando? Las oigo contestarme y comentarlo aunque creo que no escucho realmente, ¿por que cuando he hecho yo caso a alguien que no fuera yo misma? Pero me distraen, que es lo que necesito antes de jugar para templar los nervios.

Y llega la hora. Y partimos al campo. Hay un largo recorrido, y esperaba verte en la previa, o quizás entrando, pero nada. Entro al estadio y sigo sin divisarte. No importa, dejo la chaqueta y el bolso, enciendo un cigarro. Miro a mi alrededor, por ahora nada. Así que juego. Juego a entretenerme, y bailo, bebo y río, y al cabo de un rato incluso se me ha olvidado que te estoy esperándote a ti, a mi mayor contrincante esta noche.

Entonces, alguien de mi equipo grita tu nombre. Me interrumpo en medio de una carcajada y me giro mientras el corazón me late tan fuerte como para hacer que me duela el pecho. Miro y te veo. Con una sonrisa tímida, bajo la mirada. Siempre lo hago, no puedo aguantar la tuya. Pero no pienses que por ello vas a ganarme. Mi equipo avanza hacia ti, yo me quedo rezagada. Prefiero dejarte para el final. Entre besos y saludos por fin llega mi turno. Le doy un par de caladas a mi cigarro, "lástima" pienso, y lo tiro casi entero. Ha llegado la hora de jugar.

Levanto la vista y sonrío. Pretendo decirte con los ojos lo que tú y yo sabemos que no soy capaz de decir con mi boca. Pero no me paro demasiado en tus ojos, esos ojos peores que el mejor regateo cuando estás llegando al area; peligrosos, me pierdo en ellos y me dejan siempre atontada. Te doy dos besos, y te abrazo. Quizás te pregunte que tal te va, quizás esa sea mi técnica. Pero no puedo saber como contratacarás, no sé que me dolerá más oír salir de tu boca, que te va bien o que te va mal. Entonces se hará el silencio. La musica seguirá sonando en los altavoces, la gente riendo y cantando y algún que otro gritando para llamar a un amigo. Pero para nosotros, se hará el silencio. Como en una burbuja. Y ése, ese juego que apenas durará un minuto antes de que algún arbitro venga a interrumpirlo, será el partido final. Un partido silencioso, pero a muerte. Donde miles de ideas, miradas, sonrisas o mordidas de labios de esas que hago cuando estoy pensando... se entrecruzarán. Y entonces, tal como había empezado terminará.

Algún arbitro al que odiaré a muerte parará el partido, a no ser que tú decidas retirarte antes. Eso sería lo peor. No hay nada más parecido a una derrota que ese tipo de victoria. Pero el juego terminará. Y alguno de los dos se excusará para irse. Pero por mucho que el partido termine ¿alguno seguirá en el juego?

Yo me quedaré seguramente sin saber si tú sigues jugando, y si lo haces, a qué. O si no te parece una tontería olvidada ya de niños. Pero sí, yo sí sigo. En un juego rídículo y dañino para mí. En un juego en el que parezco más fuerte, menos loca, más simple. Pero yo no soy simple y tú lo sabes. Aunque no sé si eso es suficiente para que comprendas que todo es producto de ese juego, en el que mientras juego nada me puede dañar, nada puede llegar a hacerme daño. Y por eso juego. Juego y juego... juego a que es mentira que te quiero.

0 comentarios:

Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.