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astrid.rhys.jones@hotmail.com

domingo, 11 de abril de 2010

Ser mala mola... depende con quien

Los animales no pueden ser malos. No, porque no son seres racionales. Solo las personas tenemos esa capacidad porque es precisamente, el ser seres inteligentes, lo que nos da la posibilidad de ser malos. Por supuesto, después de esto queda claro una cosa; los chicos, no pueden ser malos. Y es que en realidad no lo son, ¿cuando ha sido realmente malo un chico? A lo sumo, estúpido e inconsciente. Pero no malo. Hacen tonterías y pueden causar verdadero dolor pero todo es fruto de su estupidez.

Pero las mujeres... las mujeres somos otro mundo. Las mujeres, como dice la vikinga, somos el bicho que picó al tren. Malas, malas. ¡Y es genial! Las que no están bajo los gases tóxicos y atontadores del sindrome perruno, del enamoramiento o completamente "aprincesadas" pueden utilizar eso a su favor desde bien pequeñas. Y es que en realidad, desde que tenemos uso de razón a las mujeres nos enseñan a manipular: ¿quien no ha tenido barbies o similares alguna vez? Sí, y con ellas hacemos lo que queremos. Las manejamos a ellas y a su versión masculina, Ken, tejiendo vidas imaginarias. Y aunque a algunas eso ya las lleva a convertirse en princesas, a soñar con un primer baile a la luz de la luna y similares cursilerías, también nos enseña a manipular.

Y ser mala, mola. Mola y mucho. Somos capaces de manipular y volver locos a los tíos para conseguir lo que queremos. Pero también hay que saber cómo y cuando ser malas, y eso es algo que desgraciadamente no viene en un manual de instrucciones con las Barbies.

Laura, princesa de un interminable y fantasioso cuento, busca a su príncipe. Y mientras lo espera (más le vale que sentada...) juega con sus Kens. Los pobrecillos no saben ni por donde les da el aire... Laura los marea y los hace actuar en su propio cuento... pero sin entregarle a ninguno nunca el papel protagonista. Los Klinex de papel suelen durarle más tiempo que la opinión respecto a algunos de sus juguetes. Y mola... hasta cierto punto. Porque en algún lugar, desconocido hasta ahora (por lo menos para mí), debe de haber un libro en el que están grabadas a fuego todas tus relaciones pasadas, flirteos y demás, haciendo que cada vez que eliges un nuevo juguete arrastres un cartel gigante de neón en el que pone: "¡cuidado con ésta! ¡Jugará contigo!" o "¡Ni te acerques a ésta! ¡Quiere una relación y no solo un lío!", etc, etc.

Todos estos carteles de neón se traducen en una palabra: fama. Sí, el pasado siempre nos acecha y lo hace dándonos una fama, sea la que sea. Y eso es algo que las propias chicas nos hemos inventado para fastidiarnos unas a otras. Ya no solo somos malas con los hombres, ¡ahora nos ponemos la zancadilla unas a otras! ¿Dónde ha quedado la solidaridad femenina?

El 50% de las veces que se pronuncia en el mundo la frase "ésa es una guarra/furcia/puta" sale de los labios de una mujer. Y eso es bien jodido. En vez de aliarnos para subyugar al género débil nos dedicamos a destruirnos entre nosotras. Pasó lo mismo en Vietnam... y no les fue demasiado bien.

De ahí la frase "un gran poder, conlleva una gran responsabilidad". A las mujeres se nos ha otorgado uno muy grande, pero por lo visto todavía no hemos aprendido bien cómo (ni contra quién) utilizarlo. Laura seguirá con sus juguetes y algún día cuando se canse y le quiera entregar el papel protagonista a uno en concreto, se encontrará con que no hay candidatos por el puesto por la fama y etiqueta que le han colgado. Yo por mi parte soy optimista y creo que en algún momento las mujeres nos daremos cuenta de que así no ganamos nada y no tendrá que enfrentarse nunca a ese problema. Pero la realidad es que yo soy demasiado optimista, y las mujeres... todavía demasiado malas con quien no deberían serlo.

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Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.