La gente pasa y me mira con curiosidad. Algún atrevido incluso me lo pregunta ¿por qué sonríes? No sé, soy feliz; contesto. Piensan que estoy loca, y es verdad; pero soy una loca feliz.
Me gusta reir; reirme de mí, del resto y de todo el mundo. Hoy sonrío, los problemas no me pesan. Los aplasto con el tacón del zapato o los mando volando por la ventana de un soplo. Me lo han enseñado ellas. Las que son más que amigas, mis hermanas. Día tras día con un "Todo saldrá bien, Astrid", un abrazo, una mirada de comprensión, un momento escuchando mis desvarios o una simple broma; han conseguido animarme. Han hecho que me ría de mi misma, de mis problemas, de la propia vida y sea feliz.
Solo a ellas les he dejado cotillear e ir nadando hasta el rincón más profundo de mi corazón, echarme la bronca por la última idea absurda que se me haya ocurrido o peinarme como si fuera una muñeca.
Todo inmortalizado por alguna cámara. Días de hablar, cantar, bailar, reir, soñar, salir de fiesta, y sobre todo; de ser feliz. En cualquier sitio; la playa, un bar, nuestro rincón de siempre,... y al cualquier hora; un lunes por la mañana, el domingo de madrugada, el viernes por la noche,...
Hoy no dejo de sonreír. Me pongo unas gafas de sol y sonrío por la calle. Las gafas al igual que las ojeras de la última fiesta con las chicas, son pasajeras; los recuerdos, ellas y mi sonrisa... para siempre.

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