-Estás borrachísima.-Intentaba echarme la bronca pero en el fondo notaba un matiz de envidia en su voz.
-Mmm... Normalmente utilizaría algún argumento lógico y completamente devastador para echar por tierra tu afirmación pero hoy voy a ignorarte.-dije mientras levantaba la barbilla con dramatismo, pero sonriendo. Él volvió a reirse.
-No utilizas ningún argumento lógico precisamente por eso, porque estás borracha.-Me rebatió.
-¡Mentira listo! ¡Además sabes que soy igual de inteligente borracha que sin emborrachar!
-¿Ves? No coordinas, tú misma te contradices y no haces más que decir tonterías.
-Por eso. Es lo que hago habitualmente, lo cual demuestra que no estoy borracha, o... también podría significar que soy una alcohólica y me paso el día borracha...-Levanté las cejas sonriéndole, queriéndole demostrar mi capacidad lógica-Pero además-añadí cambiando de tema- ¿No íbamos a ir a comer algo? ¡Tengo hambre! Tengo un antojo de patatas fritas que lo flipas...
Se descojonó y entre risas consiguió añadir:
-O sea que encima de borracha, estas todo morada de los porros ¿no?
-¡Algo tenía que hacer! ¡Me has abandonado!
-Oye que yo no tengo la culpa, tenía partido. Haber cuando coño nos cambian los horarios que estoy hasta los cojones de no salir los sábados.
-Pues eso mismo digo yo. Que ya echo de menos esas charlas de borrachos perdidos por las calles mientras el resto se desvanece. Cuando soy yo la única que está bebida no tiene ni la mitad de gracia. ¿Vamos a por la comida?
Fuimos a una extraña tienda en la que yo nunca había estado, compramos dos recipientes gigantes de esos para llevar de patatas, uno para cada uno, y cerveza para él y agua para mí. Me tocó pagar por haber perdido alguna estúpida apuesta que hice con él sobre el kebab de la esquina, deberían prohibirme apostar borracha. Nos dirigimos al paseo del embarcadero y nos sentamos en un banco. Solo los coches que pasaban por la carretera interrumpían el perfecto silencio.
-Bueno y ¿qué tal te va la vida?-Me preguntó mientras esparcía el ketchup.
-Pues lo de siempre ya ves. Llendo y viniendo, más o menos como siempre.-Le sonreí mientras le ofrecía mi bolsita de ketchup, odio el ketchup.- ¿y tú?
-Más de lo mismo, con ganas de fiestas.
-¡Quién no!
-Y con él, ¿ya lo has solucionado todo?
-Qué va, pero ya paso. Estoy bastante harta-dije atacando mis patatas.-Con lo fácil que era la vida antes...
-Pues sí, pero tú has elegido que sea así eh...-Me dijo acusándome con el dedo.
-¡No! Tú sabes muy bien lo que yo quería, pero ha sido una trampa de la hostia. Yo solo quería estar con él sin ataduras, sin tonterías... pero lo quería demasiado como para no darle lo que él quería.-Nos quedamos mirándonos un segundo.-Lo sé. Es completamente patético y estúpido...
El bajó la mirada a sus patatas, guardándose las palabras para sí mismo.
-Yo no voy a decir nada, ya sabes que es cosa tuya.
-No, si ya lo sé.-Seguí con mis patatas mientras él me ofrecía cerveza. Negué, no me gusta. Incluso borracha sería incapaz.
Terminamos de comer y miré la hora.
-¡Hostias! ¿Has visto qué hora es? Joder, estos me van a matar... Les había dicho que para las dos o así aparecería por el local...
-¿Pero tienes que irte a casa a algo o qué?
-¡Qué va! Pero las chicas me van a matar, me he largado del bar antes que ellas para venir aquí y les he dicho que luego iba pronto y nos veíamos... Venga vamos, creo que todavía pillo el metro.
Suspiró sin ningunas ganas y se levantó. Íbamos rápidos por la calle, en silencio. De repente me di cuenta.
-¿Qué haces? Tú casa queda para allí-Señalé con el dedo una calle que ya habíamos pasado.
-Te acompaño hasta el metro boba.
-No tengo tres años, puedo ir sola-dije poniendo los ojos en blanco.-Sabes que no soy así, no necesito escolta, estate tranquilo y pírate.-Le dije sonriendo. Lo abrazé y le dí dos besos.
-Venga, cuídate y ya estaremos.-Dijo parado, viendo como me iba
-¡Sí!-Exclamé dándome la vuelta para saludarle por última vez mientras me iba todo lo rápido que podía sin caerme.
Llegué al metro y vi que todavía faltaba un rato para que llegara. Encendí un cigarro y me lo fumé despacio, sin prisa. Estaba siendo realmente una noche perfecta. Siempre lo era cuando estaba con él. Él me entendía, o por lo menos, no se asustaba por no entenderme. Ni pretendía cambiarme.
Una noche completamente perfecta, volví a pensar mirando hacia el cielo. Di otra calada al cigarrillo mientras le sonreía a la luna.

0 comentarios:
Publicar un comentario