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astrid.rhys.jones@hotmail.com

jueves, 13 de mayo de 2010

Pasados muy presentes, y presentes indiferentes

Salió del local y miró a su alrededor. La encontró en el parque de enfrente, columpiándose, mientras que con la cabeza echada hacia atrás miraba las estrellas en el cielo. Ella lo oyó acercarse y se echó hacia adelante mientras su pelo se mecía al compás del balanceo. Le sonrió; y cogiendo impulso, saltó. El golpe de los pies contra el suelo le hizo componer una mueca de dolor, que no era más que una ligera sombra de todo el que se escondía en su corazón.

Se acercó a él mientras pintaba su cara con una sonrisa de quita y pon, de esas que no duran más que un esmalte de uñas barato. Él la saludó con la cabeza.

-¿Qué? ¿y qué tal?-Se arrepintió nada más las palabras salieron de su boca. Siempre hablaba atropellada delante suyo. Y siempre acababa arrepintiéndose.

-Muy bien.-Respondió él.

Él siempre estaba bien. Y ella siempre mal, se dio cuenta. ¿Cómo era posible que después de todo él siguiera igual que siempre? ¿Que ni la echara de menos? ¿Que ni hubiera tenido siquiera uno de los miles de bajones que ella había tenido? ¿Sería posible que ella hubiera dejado tan poca huella en él?, se preguntó triste. Definitivamente, parecía ser verdad.

-Bueno, entonces ¿de qué querías hablar?-Interrumpió él sus pensamientos.

Ella pensó en las miles de veces que se había imaginado ese momento, en las miles de cosas que había pensado decirle, o incluso en el beso que había pensado robarle. En ese momento todas esas cosas le parecieron estúpidas.

-En realidad, de nada en particular. Solo quería charlar, como solíamos hacerlo antes.-Intentó despreocupada.

-Ah, vale.-Dijo él, no demasiado entusiasmado y ni siquiera un poco interesado.

-Pero la verdad es que tengo prisa y están las chicas esperándome. Así que ya nos veremos. Ala, adiós.-Y se fue. Con caminar tranquilo y seguro, bella y altanera; se fue.

Se había dado cuenta. Él seguía adelante, él estaba "muy bien". Ella había quedado en el pasado. Y eso la hizo sustituir su pena por rabia, y su amor por indiferencia. O eso era lo que ella pretendía. Pero le vinieron a la cabeza las palabras de un tal Cervantes:

Más vale la pena en el rostro que la mancha en el corazón

Ay cuanta razón tenía. Así que, cuando dobló la esquina, se echó a llorar. ¿A quién pretendía engañar? Ella lo amaba. Y eso le llevaría su tiempo cambiarlo.

2 comentarios:

Anonymous dijo...

a veces pienso que me lees el pensamiento jaja lo que escribes es tan... no se como decirlo, porque auténtico suena superficial. quiero decir que no lo adornas, lo cuentas como es, con la profundidad que tiene, sin necesidad de más, porque ya es demasiado.
un besito y ánimo :)

Anonymous dijo...

la verdad es que... lo estoy pasando tan mal como tú, sabes... aish :(

Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.