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astrid.rhys.jones@hotmail.com

miércoles, 5 de mayo de 2010

Dejemos pasar el tiempo

Me sentía como en una nube. Los primeros rayos de sol se colaban por la ventana entreabierta, mientras yo con los ojos cerrados y enredada en las sábanas, sonreía mirando al techo y disfrutaba con las caricias de su mano por mi pierna. De repente un pensamiento me asaltó y me puse de lado, apoyándome en el codo, dispuesta a compartirlo con él:

-¿No te gustaría que se detuviera ahora el tiempo?-le dije mientras acariciaba su mandíbula. Pensativo y serio me contestó:

-Mmm no, la verdad es que no...-Me dio un beso rápido y fue después hacia la cocina.

Me dejé caer en la almohada, entre enfadada y temerosa de qué sería lo que había ido mal. Deseché la idea sacudiendo la cabeza. No, si algo iba mal no era culpa mía y la noche pasada había sido genial, de eso estaba segura. Así que decantándome por el enfado inmisericorde contra él por su destructiva respuesta; me senté apoyada contra el cabecero, con las piernas encogidas y los brazos cruzados, mientras fruncía los labios. Entonces lo vi llegar por el rabillo del ojo. Llevaba una taza de café en cada mano, podía incluso olerlo.

Se sentó en el borde de la cama y me ofreció una de las tazas. Frunciendo los labios todavía, negué con la cabeza y seguí en la misma posición. Él riéndose la dejó en la mesilla.

-¿Qué te hace tanta gracia?

-Tú.

-Oh me alegra resultarte graciosa al menos.-Dije balánceandome mientras se me hacía agua la boca ante el olor del café recién hecho- ¿Y porqué te resulto tan graciosa?

-¿Y porqué yo te cabreo tanto como para que no quieras ni el café por la mañana?

-Yo he preguntado antes, venga, contesta.

-Antes tú.

-No.-respondí enfurruñada.

-Pues vale.

Y nos quedamos en silencio. Yo sin saber donde mirar y los labios fruncidos, y él observándome mientras se bebía su café. Al final con un repentino impulso, las palabras salieron despedidas de mi boca sin poder aguantar más.

-Vale está bien, es que no lo entiendo... cuando has dicho antes que no te gustaría detener el tiempo, ¿lo decías en serio?

-Claro.-Dijo divertido.

-¿Por qué?-Salté enfurruñada. Y al final las palabras que me tenían tan preocupada se atrevieron a salir de mi boca: es que... ¿es que no ha estado bien? quiero decir ¿no estamos bien?

Me miró divertido por encima de su taza y tardó unos segundos en responder:

-Detener el tiempo es lo que menos me gustaría en este momento. Solo quiero que siga pasando y pasando...-Se tomó unos segundos, mientras yo contenía las lágrimas y la rabia que me inundaba- porque, ¿te haces a la idea de la de ocasiones de hacer el amor que perderíamos sino fuera así? Quiero que el tiempo siga pasando y pasando; para que podamos bebernos el café por las mañanas, fumarnos el cigarro en el balcón y hacer el amor una y otra vez.

Me agarró de la barbilla y riéndose ante mi cara sorprendida me dio un beso corto, pero apasionado, de esos que te dejan con ganas de más y volvió a irse a la cocina a por otro café antes de que yo pudiera decir nada. Me quedé quieta un par de segundos, sonriendo, antes de coger mi taza de la mesilla, beber un sorbo y pasarme la lengua por los labios saboreándolo.

Me encanta el sabor del café por la mañana, sabe a... a tantas cosas...

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Retazos de una vida pasada, pero no por ello menos válido.

Que no te engañen. No existen los cuentos de hadas, las princesas viven en cuentos de terror. Cuentos donde nadie dice lo que piensa, ni hace lo que desea; sino lo que se supone que tiene que decir y hacer. Allí, los vestidos y zapatos son incómodos, no dejan correr; ni vivir en realidad. Los príncipes no son tan buenos y no protegen, solo aprisionan y ahogan. Los dragones a su lado son una bendición, y es que por lo menos a esos puedes odiarlos. Porque el problema comienza cuando quien amas es quien te está matando por dentro.